A veces quisiera. (prosa)

Si el camino de las ilusiones donde viven los momentos más felices, despertaran dentro de nuestra alma el camino de los sueños, todo seria tranquilidad y paz, nada opacaría el sendero de nuestra vida, y se convertiría en risas, en situaciones donde no existieran las lagrimas ni los dolores del corazón.
A veces quisiera no existir, y digo no existir porque existiendo en el torbellino de este mundo, ese mismo torbellino nos ahoga y nos hunde poco a poco en los desvaríos profundos de la tristeza, y tal vez por eso es que caminamos como cual si fuéramos seres que nos han arrancado el espíritu, seres como si su alma estuviera muerta, cada cosa cada cual, cada sentimiento cada sustento de el mismo, que cuando el sustento de lo que se ha vivido se desmorona lentamente nuestra alma se hunde en la depresión más injusta, en la depresión más horrible que nunca quisimos tener.
Y así, como cuando las mariposas dejan de volar y terminan su vuelo incansable, simplemente mueren, y mueren alejadas del bullicio del viento, alejadas del mismo vuelo de sus compañeras, así muere nuestra esencia, en el rincón más oscuro de nuestro existir, de nuestra vida misma. Y nada puedo hacer, nada me queda ya dentro del morral de los recuerdos, tan solo la somnolencia de mi caminar, tan solo el recorrido de mi propio destino al cual me tengo que enfrentar a diario, como aquel que se enfrenta a la fiera indomable que nunca se domo y que al final no pudo soportar su duelo y en el intento solo murió.
Por eso me digo a diario que quisiera no existir, para no sentir los dolores y las agonías del tiempo, ese tiempo que ha transcurrido poco a poco y lentamente, terminando con las ilusiones que nacieron en mi, cuando aprendí a quererte, cuando tuve que decirte una sola palabra y fue el adiós.